martes, 25 de noviembre de 2008


“RECICLAJE EN CHICLAYO”

Una forma de vida para sobrevivir y hasta de contribuir con los gastos de la casa.

“Mi casa es un basurero, no me gusta el olor, creo que no podré acostumbrarme nunca… muchas veces me voy al colegio sin desayunar y cuando regreso a mi casa, a veces mis hermanos no me guardan almuerzo y por eso salgo a recoger cartones, botellas y bolsas, los vendo y puedo comprar algo para comer…”. Este es el testimonio de Freddy, un niño de diez años, que se dedica a reciclar objetos de la basura, para venderlos a una cierta cantidad de dinero, con lo cual poder adquirir alimentos para mitigar su hambre, y en ocasiones, el de su familia.

El trabajo infantil en sus diferentes modalidades se ha incrementado en los últimos años, debido al elevado nivel de pobreza y extrema pobreza en los que viven muchos hogares lambayecanos, agudizando los conflictos familiares, generando el deterioro del núcleo social básico. Teniendo como primera consecuencia inhabilitar la funcionalidad de velar por el desarrollo integral de los menores.
La actividad del reciclaje es una forma de trabajo infantil, donde no se requiere mayor esfuerzo físico, ya que consiste en abrir bolsas de basura y sustraer residuos de alimentos, cartón, botellas, latas y papel; por ser una actividad sin mayores requerimientos ha atraído a gran cantidad de niños que buscan en esta actividad una oportunidad que les permita aportar económicamente al hogar y además les facilite, a un grupo reducido, asistir al colegio y puedan de algún modo realizar estas actividades laborales en horarios nocturnos, sin ningún tipo de límite; como decía Carlos, de 9 años de edad: “Todos los niños que quieran pueden recoger basura y si no saben aquí les ayudamos”.

Todas las noches, ellos están ahí, en toda calle que alberga en sus veredas, bolsas o tachos de basura, es su lugar de “trabajo”; son ágiles y van de prisa, es necesario ser los primeros en abrir las bolsas, o como ellos lo llaman “bautizarlas”. Se elevan y aterrizan de bolsa en bolsa, muchas veces se detienen en montones de basura para extraer hasta lo más mínimo, “todo puede ser útil”, habidos y celosos guardan en sus sacos todo lo que consiguen para luego en sus casas y con tranquilidad, separar un elemento de otro, empacarlo por kilos para luego arrastrarlos hasta el almacén, donde acostumbran venderlo.
Usualmente estos niños están acompañados por uno de sus padres, hermanos o simplemente un compañero o amigo de su cotidiana labor.
Estos ángeles nocturnos tienen características comunes, provienen de familias disociadas: muerte, abandono y paternidad irresponsable de los progenitores, en otros casos son familias numerosas (seis hermanos promedio). Residen en pueblos jóvenes que comúnmente están en las periferias de las ciudades; sus edades fluctúan entre 8 y 14 años, no guardando relación con su talla y peso; siendo muy probable que en su totalidad sufran de desnutrición y parasitosis.
Deambulan por las calles, expuestos a los peligros de la vida nocturna de Chiclayo, son niños que se movilizan por escenarios plagados de drogadictos, delincuentes, meretrices y prostitución homosexual, factores que contribuyen a la formación de actitudes y manifestación de comportamientos propios de la vida callejera. Es frecuente observar a niños recicladores trabajando en lugares que ofrecen escenas extraídas de algún film pornográfico.
La hora de partida es ocho de la noche, hasta aproximadamente tres de la mañana, buscan ser los primeros, como en todo trabajo, existe competencia no sólo de otros niños, sino de adultos recicladores que utilizan vehículos como por ejemplo, triciclos o mototaxis. En estas seis horas promedio, logran recoger una cantidad que empaquetada equivaldría a dos o tres paquete de 40 kilos cada uno, esto depende de la suerte y habilidad de los niños para avanzar y no permitir que otros los “madruguen”; considerando que no es una cantidad fija, sino que varía según el día y la disponibilidad de tiempo, algunos días regresan con los sacos vacíos.
Los precios fluctúan entre 0.10 y 0.20 céntimos de sol, por kilo de cartón y papel respectivamente, logrando un aproximado de S/. 27.00 a S/. 30.00 Nuevos Soles por semana. Estos exiguos ingresos son la totalidad del ingreso familiar, así lo comenta Carla, una niña recicladora de 11 años de edad: “Yo recojo papeles y cartones, a veces botellas, y mi mamá lo vende, a mí no me dan nada, dice que es para la comida porque tengo hermanos menores y he tenido varios papás… pero no sé quién es mi papá verdadero”. Esta es una realidad compartida con varios niños (as) de su edad.
Jesús y Freddy son hermanos, trabajan junto a su madre, la señora Luzminda de 40 años de edad, ellos saben que tienen que ayudar y la madre entiende que; “Si no salen a trabajar no se come, mis hijos lo saben; yo he trabajado toda mi vida y ya estoy enferma, es necesario que me apoyen en el trabajo”. Lamentablemente la necesidad de sobrevivir hace normal involucrar a los niños en actividades laborales inapropiadas para su edad, son los padres compañeros de trabajo y comparten la responsabilidad de mantener el hogar. Cuando un niño se ve obligado por las circunstancias a jugar el papel de adulto y no cumple a cabalidad sus etapas de desarrollo, psicológicamente hablando, está condenado a cargar y vivir con frustraciones genéricas, nunca más serán los mismos.

LAS INSTITUCIONES Y EL TRABAJO INFANTIL.

Las Instituciones Públicas no tienen la menor idea, ni mucho menos, datos porcentuales sobre la cantidad de niños recicladores en la ciudad de Chiclayo, y por ende, en el departamento de Lambayeque. El Dr. Didier Aliaga Peralta, Jefe de División y Negociación Colectiva, Inspección Laboral y Salud del Ministerio del Trabajo, dijo: “Los datos estadísticos que tenemos sobre trabajo infantil, es particularmente sobre niños que tienen un patrón, es el caso de zonas pesqueras como Santa Rosa, San José y Pimentel, aquí no existen registros sobre niños que se dediquen al reciclaje”.
Cabe mencionar que no hay iniciativa alguna para conocer y en función de ello analizar y promover proyectos con otras organizaciones, con el objetivo de disminuir los índices de trabajo infantil.
Los datos sobre trabajo infantil no solamente son limitadas, sino desactualizados, demostrando una vez más negligencia en entidades públicas que, de algún modo, velan por hacer válidos y prácticos los derechos del ciudadano.
Dice una frase “los niños son el futuro de nuestro país”, en efecto, esta frase se reduce a una vaga idea sobre un futuro mejor, pero su presente no les garantiza nada concreto, ya que la educación, por escasa que sea no les genera la menor esperanza de permitirles inclusión y oportunidad de desarrollo en algún momento de sus vidas.
Considerando que un 60% de estos niños no asisten a escuelas, mientras, el 40% restante asiste por coerción de sus padres, mas no por voluntad propia, siendo la falta de recursos uno de los factores que genera el desinterés, ya que los motivadores no se manifiestan, no tienen uniforme, útiles escolares, y lo más terrible, no tienen ganas, casi toda la noche en la calle y muchas veces van a la escuela sin alimentarse.

Otra realidad nos ofrece la “Casa del Niño”, una institución creada hace dos años por la Beneficencia de Chiclayo, con el objetivo de promover el desarrollo integral del niño y disminuir el trabajo infantil; brindando alimentación, terapias psicológicas, reforzamiento escolar y recreación.
“Actualmente contamos con 70 inscritos, de los cuales 60 podemos decir que son permanentes o activos, esto quiere decir que son atendidos diariamente, consideramos que un 20% del total, estudia y trabajan, porque primero la mayoría estudiaba y a la vez trabajaba o no estudiaban, hoy gracias a la buena voluntad de las madres y al presupuesto de la beneficencia esperamos reducir totalmente el trabajo infantil”, datos proporcionados por La Directora de la Casa del Niño Srta. Paola Ruiz.
Este problema social que se agudiza por nuestra indiferencia, necesita del esfuerzo de todos (sociedad política y civil) para garantizar más que un futuro, un presente lleno de oportunidades, o las suficientes que permitan el desarrollo y equidad para nuestros niños.
Merecen vivir sus etapas apropiadamente, libres de toda acción que trasgreda su formación íntegra, que permita su desarrollo intelectual, espiritual, emocional y física.

1 comentario:

RETO dijo...

tu blog esta buenazo , lei recientemente el de la lengua MUCHIK y me parecio muy interesante , sige asi que llegaras muy lejos.